💐 Mamá, la reina de la chancla y del corazón — Una reflexión del 10 de mayo

El Día de las Madres en México es, sin duda, una de las fechas más importantes del año. Nada se compara con el amor (y el respeto) que sentimos por esa figura poderosa, cariñosa... y sí, a veces bastante regañona que llamamos mamá. Porque aceptémoslo: en Latinoamérica, la maternidad viene con sangre caliente, mirada que fulmina y la temida chancla voladora como poder desbloqueado en cuanto se da a luz.

No puedo hablar por todos, pero sí puedo decir que la mayoría amamos profundamente a nuestras madres. Para nosotros, mamá es sagrada.

Regalos, flores… y manualidades con amor (y resistol)

En este día especial, muchos hijos organizan salidas para desayunar en el restaurante favorito de mamá (¡eso sí, con reservación! Porque si llegas sin ella, prepárate para hacer fila una hora mínimo). Otros regalan flores, alguna joyita, o esas manualidades que nuestras maestras nos hacían hacer en la primaria. Recuerdo una vez que hicimos cremas con aroma a rosas —y sí, mi mamá la usó hasta que se terminó el frasquito. A veces se conservan con cariño, otras veces terminan en la basura después de un “gracias, mijito”, pero se vale todo. Es parte del show.

Los valientes que se animan a hacerle el desayuno en casa… bueno, probablemente la intención cuenta más que el resultado. Yo de niña quise sorprender a mi mamá, y terminé rompiendo una taza y haciendo un caos en la cocina. Mamá no estaba muy feliz, que digamos. Pero con el tiempo se le pasó. 

Hay quienes optan por regalarle ropa linda, zapatos, o cosas más polémicas como licuadoras, batidoras o planchas. Mi mamá siempre decía: "Es un regalo para mí, no para la casa". Y tiene razón. Tal vez a algunas mamás sí les gusten esas cosas, pero en general buscan algo que sea solo para ellas, algo que las haga sentir queridas, vistas y consentidas.

Mamás solteras: verdaderas superheroínas

Sin generalizar, siento que hoy en día muchas mamás son solteras. Y eso, a mi parecer, las hace doblemente fuertes y valiosas. Yo fui criada por una madre soltera. No todos los días fueron fáciles, pero como siempre le dije: "Si te tengo a ti, no me hace falta nada."

Ella trabajaba, cocinaba, limpiaba, me cuidaba y aún así encontraba tiempo para platicar conmigo, para abrazarme, para regañarme (¡claro que sí!), pero siempre desde el amor. Tenía hasta tres trabajos a la vez para poder pagarme buenos colegios, y sí, también era exigente: “Aprovecha la beca o te saco y te pongo a trabajar”, me decía. Y no era broma.

Desde mis 13 o 14 años empecé a ayudarla con la comida. Llegaba de la escuela, cocinaba algo sencillo y ponía la mesa para que, cuando ella llegara, pudiera comer e irse a su siguiente turno. Éramos un equipo. Una dupla indestructible. Solíamos decir que eramos una mini familia.

Su último regalo fue su fuerza

Hasta sus últimos días, mi mamá fue fuerte. Un cáncer agresivo fue apagando su cuerpo, pero no su voluntad. El último día que nos vimos en el hospital fue un 10 de mayo. A pesar del dolor, me levantó la mano para despedirse. Como si hubiera decidido quedarse un día más solo para no manchar ese día con tristeza. Falleció en la madrugada del 11. Y aunque duele, siempre recordaré ese último gesto como un acto de amor profundo. Ella no quería que yo recordara el Día de las Madres con tristeza.

Porque no hay nadie como mamá

Tal vez no siempre nos entendemos con nuestras madres. A veces discutimos, a veces no hablamos el mismo idioma emocional. Pero no hay nadie como mamá para consolarnos, abrazarnos, darnos consejo... o regañarnos cuando más lo necesitamos.

Este 10 de mayo, abraza a tu mamá si la tienes cerca. Llámala, escúchala, agradécele. Ya sea con un detalle sencillo o con tu presencia, hazle saber cuánto la amas. Y si ya no está, háblale desde tu corazón. Porque el amor de mamá no se acaba con la vida. Vive en nosotros para siempre.


Y como cierre, quiero compartir esta joya que encontré en mi vieja bandeja de entrada de Hotmail. Una cadena que, curiosamente, me mandó mi mamá hace años, y que hoy cobra un valor inmenso.

#GraciasMamá (Vïa Héctor Suárez Gomís @GomisGomis)

La palabra que más le gustaba decir a mi mamá era la palabra: 

¡NO! 

Y con el tiempo, esta palabra, se fue multiplicando. No, no es que me dijera que NO a todo, sino que antes de decir cualquier cosa, mi mamá anteponía el NO para todo. 

- Ay no, no, no, no, no, no, no, no, no me muero de ganas de darte un abrazo… (Juro que he llegado a contarle quince “no’s” antes de que empiece una oración)

Toda mi infancia y mi adolescencia viví confundido porque no sabía si lo que quería era darme un abrazo o no dármelo.

- No, no, no, no, no, no, no, no, no te imaginas el castigo que te espera cuando llegue tu papá a la casa.

Qué ganas daban de contestar:

- Pues no, por supuesto que no me lo imagino mamá. Los únicos que se imaginaban castigos y torturas eran los de la Santa Inquisición, pero como ni tú ni mi papá son católicos, dudo mucho que me vayan a aplicar el “aplastacabezas”. (El aplastacabezas, era un instrumento que primero rompía la mandíbula de la víctima, después le hacía brechas en el cráneo y, por último, el cerebro se “escurría” por la cavidad de los ojos y entre los fragmentos del cráneo)

- Mira Héctor Suárez Gomís (¿existirá alguna mamá que no le diga el nombre completo a su hijo cuando lo está regañando?) ¡no te quieras pasar de listo con tu madre!

- Entonces sácame de la escuela y ya no me lleves a mis clases extraescolares de Historia Universal y de Historia del Arte. La que me dijo que si no era el más listo del salón me tiraba los dientes fuiste tú, ¿no? Ah pues ahora te aguantas. Pero si quieres soy medianamente listo (o sea un imbécil) y me creo los cuentos esos de que si veo la televisión de cerca me quedo ciego, si hago bizcos y me da un aire así me quedo para siempre y si me masturbo todos los días me vuelvo menso.

Nunca entendí por qué en la siguiente situación los hijos éramos los idiotas:

- ¿No me pasas la esa que está en el ese?

- ¿Qué es la esa y dónde está el ese?

- ¿Qué eres idiota Héctor o de plano nada más me quieres hacer enojar?
¡Te estoy pidiendo la esa que está en el ese! Yo hablo muy clarito. La esa es la cosa que me pongo para taparme cuando hace frío y el ese es el coso donde siempre la pongo. ¡No te rías! ¿Qué crees que soy tu burla? Ándale, haz lo que te digo porque hoy mi paciencia no tiene ganas de ser paciente.

¿Su paciencia no tenía paciencia? Claro y yo era el imbécil por decirle a mi hermana “¡Métete pa’dentro!”

Nadie como mi mamá para elevar el nivel intelectual y filosófico de cualquier discusión:

__ A ver Hectorito (Ya cuando un padre de familia dice tu nombre en diminutivo es porque está próximo a florearte el hocico) ¿qué no sabes que mi esa es el coso ese que me regalo tu abuela en el viaje ese que hicimos a la playa esa del lugar ese del Mediterráneo donde pescaban los peces esos que tanto le gustaba comer a tu papá con su amigo ese que vive en Mallorca.

Así nomás como simple “nota al pie”, juro por lo más sagrado que a mi mamá; Cantinflas nunca le pareció gracioso.

Hace unos meses, mi departamento está en remodelación y por esa razón tuve que mudarme unos días a la casa en la que crecí y de la que me corrió mi mamá a los 18 años. (Nada más por hacer en mi cuarto lo que ella dejó de hacer en el suyo) Vivir de nuevo en casa de tu mamá es como la disfunción eréctil: debe sufrirse en silencio. 

Su nueva cocinera es tan mala, que al terminar de comer no corres a lavarte los dientes… ¡corres a contártelos! (Ojalá que sea ella quien se encargue de la cena de Año Nuevo para que mi familia se vuelva a desintegrar) 

Mi cuarto, que alguna vez estuvo tapizado por pósters de Duran Duran, U2, The Cure y Depeche Mode, hoy se ha transformado en el cuarto de meditación de mi mamá. Cada vez que me despierto siento que estoy en el Tíbet rodeado de diferentes deidades. Pobre de Buda, si supiera que justo donde él está, antes había un póster de Madonna totalmente encuerada, perdería la iluminación y seguro se pondría a bailar Like a Virgin. Yo no sabía que a Ganesh (un elefante que es una deidad muy importante en la India) se le dejaban chocolates como ofrenda. En una de ésas, claro está, me los comí. Lo que hice es considerado un pecado, ¡soy un hereje! Es como si un católico se echara un Tang con agua bendita. 

Las pláticas de mi mamá siempre han sido extrañas y muy sui géneris, pero ninguna como la del sábado pasado. Desde el 6 de septiembre de 2007, fecha en que murió Pavarotti, a mi mamá le ha dado por escuchar ópera a todo volumen los fines de semana.

— Ay hijito, ¡oye nada más qué voz! No, no, no, no, no, no… Con él se murió toda una época. Ya sólo quedan 2 de los 3 tenores… ¿No te quieres sentar un ratito conmigo para escucharlo?

— ¡No hace falta, mamá! Tu música se escucha hasta La Scala de Milán. Podrías bajarle, quiero volverme a dormir.

— ¡Pero si ya son las 6 de la mañana! Llevo una hora rindiéndole homenaje a Luciano… ¿Ya viste? Murió en día 6. Tú naciste en un día 6. Tu hermana en día 15 que también suma 6. Estamos llenos de números 6 por todos lados. [Mi mamá, entre otras muchas cosas, es numeróloga.]

— ¿Estamos? ¡Ahora resulta que Luciano es parte de nuestra familia! Por favor, mamá, apaga ese aparato antes de que me convierta en el 666 y eleve la numerología y la disfuncionalidad familiar a otro nivel.

— ¡Qué poco atento eres con tu madre! Yo siempre estoy pendiente de ti y de tus cosas. Guardo tus recortes de prensa y una vez al mes voy a ver tu monólogo. Ándale, quédate con tu madre que tanto te ama a escuchar ópera.

Y yo que soy una persona que no soporta que le digan lo que tiene que hacer y siempre va en contra de lo establecido, ¿sabes qué hice verdad? ¡Terminé cantando La Traviata! 

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