En México hay todo tipo de maestros. Están los estrictos, los "barcos", los que te hacen amar una materia, los que la odias para siempre, los que explican tan rápido que necesitas pedirles que respiren entre frases, y los que te explican una y otra vez con paciencia hasta que lo entiendes. Algunos dejan cicatrices, otros dejan semillas que florecen con los años. Todos ellos, con sus formas tan distintas de enseñar y ser, forman a las personas del futuro.
Y aunque no todos permanecen en nuestra memoria, hay quienes marcan nuestras vidas con su cariño, su pasión o simplemente con su forma de mirar el mundo. Aquí quiero compartir a los maestros que me marcaron desde el preescolar hasta la universidad:
Miss Sonia (Preescolar)
Además de ser mi tía de cariño, fue mi primer ejemplo de que una maestra puede ser amorosa y firme al mismo tiempo. Sonia era cariñosa, paciente con los niños, nos hablaba con dulzura pero también con claridad. Claro que a veces regañaba, como cualquier buena maestra, pero sus regaños venían desde el amor. Recuerdo su voz, su sonrisa, y cómo nos hacía sentir seguros en ese primer espacio fuera de casa. Es una maestra que siempre vivirá en mi corazón.
Profe Sergio (Secundaria, Español) Yo recién descubría mi gusto por escribir cuando lo conocí. Él fue quien me dio las bases para corregir mi ortografía y gramática. Fue el primero en leer mis historias llenas de fantasía. Me tomaba en serio, como si lo que yo escribiera realmente tuviera valor. Aún hoy le escribo cada vez que participo en una antología o concurso, le pido que revise mis textos, y siempre le agradezco por haber sido esa chispa inicial. Él fue el primer lector que tuve.
Miss Bertha (Bachillerato UNID, Higiene y Salud Comunitaria)
Acababa de salirme de otra prepa donde quería estudiar arquitectura, pero ahí no había esa área, así que me inscribí en salud comunitaria sin saber qué esperar. Y ella fue quien me hizo enamorarme de la medicina. Tenía una manera muy cercana de enseñar, era divertida, mente abierta, nos trataba como si fuéramos sus hijos. Me hizo sentir que estaba en el lugar correcto, aunque yo había llegado ahí por accidente.
Profe Marco (Bachillerato UNID, Biología y Ecología) Un profe con un gran sentido del humor, que convertía sus materias en aventuras. Nos llevaba a campo cada vez que podía: fuimos a Holbox, entre otros lugares, para conocer la biología en su estado natural. En nuestra última clase, nos dijo algo que nunca olvidé: “Nunca más van a estar todos ustedes sentados en un salón de clases como iguales. Algunos serán médicos, otros tomarán otros caminos, y cuando se reencuentren, inevitablemente empezarán a compararse”. Hasta hoy no he vuelto a ver a mis compañeros de prepa, pero sus palabras me siguen acompañando. Él veía más allá del aula: veía personas en formación.
Profe joven de Historia (Curso UAQ)
Nunca supe su nombre, pero lo recuerdo con claridad. Era un joven que ya casi egresaba de Historia y tenía un don increíble para contarla. La historia con él era el mejor chisme del momento. Lo escuchábamos como si nos contara algo recién salido del horno. Nadie me había enseñado historia con tanto entusiasmo. Me hizo amarla.
Profe Miguel (Nutrición en la actividad física)
Más que maestro, un confidente para muchos. Muchos alumnos con problemas personales acudían a él, y siempre tenía tiempo para escucharte. Te hacía ver tus errores sin juzgar, y te acompañaba con empatía. Recuerdo que a veces parecía cargar con las emociones de todos, pero lo hacía con gusto. Fue un ejemplo de cómo un maestro también puede ser un apoyo emocional.
Maestra Carolina (Bases Moleculares y Genética)
Tal vez no entendí del todo la genética (¡lo admito!), pero ella amaba su materia tanto, que era imposible no contagiarse. Nos lo explicaba con tanta energía, como si vendiera el producto más milagroso del mundo. A veces hablaba tan rápido que teníamos que pedirle que repitiera. Y lo hacía, de mil maneras diferentes, hasta que lo entendiéramos. Nunca perdía la paciencia.
Maestra Alma (Dietocálculo)
Tenía una manera tan clara, tan sencilla, de explicar, que todo me parecía fácil. Su energía era bonita, siempre positiva. Con ella las matemáticas de la nutrición dejaban de dar miedo.
Maestra Xóchitl (Comunicación en salud) Pude sacar mi lado más artístico en la escritura con ella. Como con Sergio, me hizo sentir que lo que yo tenía que decir valía la pena. Hasta hoy le comparto mis libros, y ella los lee y me da su opinión. Es una maestra que me sigue acompañando, aunque ya no esté en su clase.
Profe Ponce (Toxicología, Fortificación, Control de calidad)
Siempre innovador, con clases llenas de videos, dinámicas, explicaciones entretenidas. Aunque yo no suelo participar mucho, en su salón me sentía segura. Si me equivocaba, él lo tomaba como una oportunidad para redirigir sin juzgar: “Ah, podría ser... o tal vez se refiere a esto, ¿no crees?”. Eso marcó la diferencia.
Maestra Mariela (Nutrición en el desarrollo de la vida)
Le decimos "mamá Mariela" porque siempre está pendiente de sus alumnos. Fue mi tutora en dos ocasiones y en ambas me hizo sentir acompañada no solo académicamente, sino también en lo emocional, lo familiar, lo económico. Siempre con un chiste, una palabra cálida o un consejo a tiempo. Es una persona luminosa.
Profe Daniel (Emprendimiento y Mercadotecnia)
Me ayudó a emprender mi pequeño negocio de jabones. Me dio confianza para formalizarlo y hasta hoy comparte mi publicidad o me compra productos. Su apoyo fue fundamental para creer que podía empezar algo propio.
Maestra Sonia (Diseño de menús y nuevas tendencias)
Su clase es la que más espero cada semana. Es divertida, moderna, siempre con datos curiosos y actualizados. Su manera de enseñar hace que quiera saber más. Me inspira.
Maestra Ollin (Taller de dibujo)
4 años siendo su alumna la hacen la maestra con la que tengo más cercanía. Siempre preocupada por sus alumnos, por escucharlos, por hacerlos sentir válidos. Aunque uno diga que pinta horrible, ella encuentra el valor en tu obra. Porque el arte, según ella (y tiene razón), es subjetivo. Es divertida, un poco loca, muy humana.
Psicóloga América
Nunca me dio clases, pero fue parte fundamental de muchos procesos. Siempre corriendo de un lado a otro, pero con tiempo para escucharte. Te decía las cosas sin rodeos, para que abrieras los ojos. Salvó a más de uno de tomar decisiones drásticas, ayudó a muchos a salir de adicciones. Era fuerte, directa, maternal. Necesaria.
Este 15 de mayo, pienso en todos ellos. En lo que dejaron en mí. En lo que me ayudaron a ver. Y deseo que cada quien pueda agradecer, abrazar o recordar a sus propios maestros del alma. Porque ser maestro no es solo enseñar: es marcar la vida de alguien.
¡Feliz Día del Maestro!
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